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OPINIÓN: El especial de Netflix de Los Tigres del Norte en la prisión Folsom no aborda el tema de la criminalización de los latinos

"Al tocar en la prisión de Folsom Los Tigres del Norte llevan a cabo un gesto de solidaridad con aquellas personas que han sido criminalizadas, aunque tal vez inadvertidamente, glorifican el encarcelamiento y su supuesta misión “civilizadora”. En la foto, Los Tigres del Norte actúan en otro escenario en 2016.
(Agencia Reforma)
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Cincuenta años después de Johnny Cash, Los Tigres del Norte abrieron su concierto en la prisión de Folsom con una interpretación de “Folsom Prison Blues” en español. Siguiendo los valores de Johnny Cash, las otras canciones de Los Tigres del Norte presentan a las penitenciarías como espacios de vigilancia policial y contención. Si bien el documental original de Netflix recuenta el concierto de la banda en esa prisión, lo hace con importantes vacíos.

Así como el documental se realizó en parte para honrar el legado del rebelde Johnny Cash, el incremento de latinos encarcelados también fue determinante para su realización.

De acuerdo con el filme, el 43% de las personas recluidas en California son latinos. Y aunque el documental de la banda norteña muestra la lucha de los latinos y latinas encarcelados por el Departamento de Correcciones de California, este no llega a expresar un contundente repudio hacia el sistema penitenciario.

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¿Realmente necesitamos un documental que conmemore 50 años de la existencia de la prisión de Folsom y su transformación en un espacio donde se encuentran recluidas principalmente personas de origen latino?

Al tocar en la prisión de Folsom Los Tigres del Norte llevan a cabo un gesto de solidaridad con aquellas personas que han sido criminalizadas, aunque tal vez inadvertidamente, glorifican el encarcelamiento y su supuesta misión “civilizadora”.

Los Tigres del Norte no ocultan sus políticas. Los versos de sus canciones colocan a las clases trabajadoras marginadas y sin voz en el corazón de la lucha diaria. A través del concierto, las letras de los corridos cuestionan la criminalización de la migración, condenan el muro en la frontera, y aspiran alcanzar una identidad americana en el sentido hemisférico, es decir, más allá de los confines de Estados Unidos.

La película entreteje imágenes del concierto con breves entrevistas a hombres y mujeres en situación de encarcelamiento, a quienes detrás del escenario se les concede la posibilidad de saludar y conversar con los artistas.

En esta foto tomada el martes 26 de febrero de 2013, los reclusos se ejercitan en el patio de ejercicios de la Unidad de Vivienda B de la Prisión Estatal de California en Sacramento, cerca de Folsom. El especial de Netflix no denuncia las prácticas autoritarias que se llevan a cabo en el sistema de prisiones de California.
(Rich Pedroncelli/AP)

De las 400 mujeres encarceladas en Folsom, el 25% son latinas. El testimonio de una de ellas indica que las mujeres jóvenes toman decisiones que las llevan hacia el encarcelamiento debido a la dificultad de cultivar su autoestima. Este sentimiento vuelve aflorar en una escena cuando un hombre comparte con Los Tigres su experiencia de recordar que es un ser humano al escuchar la música de la banda. Este documental, a pesar de lo deshumanizante que es la institución carcelaria, presenta diálogos sobre cómo esta institución provee de herramientas necesarias para convertirse en una nueva persona.

Las historias individuales mostradas a través de las entrevistas se enfocan en cómo las oportunidades educativas, los programas de trabajo, y los servicios religiosos en la prisión ofrecen vías para la rehabilitación. De hecho, las palabras de cierre de Los Tigres es que todos, sin importar cuál fue su crimen, tienen una oportunidad de redimirse.

La efectividad de estos testimonios de primera mano logran impactar al espectador, toda vez que se quedan grabados en lo profundo del alma de personas que se identifican con aquellos que desproporcionadamente han sido impactados por el sistema carcelario.

Sin embargo, al enfatizar las historias individuales de redención, el documental no menciona las prácticas carcelarias abusivas y sistemáticas que afectan las instituciones dentro del Departamento de Correcciones de California y las historias de la auto-organización de personas encarceladas. Por lo tanto, este filme se inscribe en el marco de las representaciones populares de encarcelamiento que se muestran en el cine que, como Peter Caster ha observado en su obra Prisons, Race, and Masculinity in Twentieth-century U.S. Literature and Film (2008), redimen la práctica de reclusión a través de su respaldo a los sistemas legales que exacerban en vez de mitigar el crimen.

Aunque los conciertos en la prisión ofrecen a las personas encarceladas un breve escape de la brutalidad cotidiana, tal entretenimiento y estimulante espectáculo no debe conseguirse a costa de permitir las injusticias penitenciarias.

Como fanáticos que consumimos estos espectáculos, deberíamos exigir con firmeza que las letras de estas canciones de protesta sean tomadas en serio. Hoy en día, cualquier documental que busque un futuro liberatorio para la gente encarcelada, debe evitar echar por la borda la violencia institucional y tomar una posición valiente y firme en esta era de híper encarcelación.

En esta foto tomada el 3 de mayo de 2014, la reclusa Erica Carmona, de 21 años, lanza un balón de fútbol de un lado a otro con su hijo, Dominic, de 3 años, durante su visita a las instalaciones para mujeres de Folsom, en Folsom, California. De las 400 mujeres encarceladas en Folsom, el 25% son latinas.
(Rich Pedroncelli/AP)

Mientras que Los Tigres del Norte in Folsom Prison representa una legendaria banda norteña en comunidad con algunos de sus fans más marginados, el documental pierde la oportunidad de explorar las implicaciones históricas y políticas de los conciertos en las cárceles.

Ante el movimiento aboliciónista de la prisión, el cual trabaja en detener la construcción de nuevas prisiones y acabar con las actuales, vale la pena preguntar: ¿queremos ser espectadores de la nostálgica conmemoración de conciertos carcelarios otros 50 años más? ¿O ser testigos de una sociedad que transforma su impulso punitivo de confinar a aquellos considerados no deseados para lograr que las prisiones sean obsoletas?

Michael Reyes Salas está estudiando su doctorado en Literatura Comparada en la Universidad de Texas en Austin. Estudia narrativas carcelarias. Enseña cursos de verano en lectura y escritura creativa a personas encarceladas y jóvenes en Austin.

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