"Reunid al pueblo, reunid a los ancianos, reunid a los niños". El profeta Joel nos convoca este Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma. Nos reunimos hoy, el estudiante, el profesor, el administrador, el miembro del personal y los amigos y antiguos alumnos de Loyola, al igual que se reunió la comunidad de Joel. Estamos aquí para volver al Señor reconociendo que el pecado niega el significado de Dios en nuestras vidas. Nos reunimos como comunidad para admitir públicamente nuestras faltas del año pasado marcándonos con cenizas. Desde las primeras raíces de nuestra fe, la ceniza ha simbolizado el luto, la mortalidad y la penitencia. Nos presentamos ante Dios como personas diferentes de las que éramos hace un año. Nuestra relación con Dios ha cambiado porque nosotros hemos cambiado. Queremos cambiar nuestras vidas pidiendo la ayuda de Dios, especialmente en lo que se refiere a los aspectos pecaminosos de nuestras vidas.
Cuando escuchamos las palabras de Jesús en el evangelio de hoy: "Cuidaos de no hacer obras de justicia para que la gente las vea", podemos sentirnos un poco incómodos. Las cenizas en la frente no pretenden proclamarnos espiritualmente superiores. Más bien, son señal de que rezamos por la conversión, una conversión del corazón. Joel exhorta al pueblo a dar a Dios todo su corazón: "Rasgad vuestro corazón, no vuestros vestidos, y volved al Señor, vuestro Dios". Jesús está diciendo lo mismo, pero también nos ofrece tres maneras de crecer espiritualmente durante la Cuaresma: rezar, ayunar y dar limosna. Cada una de ellas es una forma concreta y pragmática de apartarnos del pecado y volvernos hacia Dios.
Hoy nos presentamos ante Dios y ante nuestra comunidad de Loyola para arrepentirnos y buscar la conversión en nuestras vidas. Que la ceniza en nuestra frente nos recuerde que pertenecemos a Dios, que nos ama profundamente, a pesar de nuestra pecaminosidad. Queremos cambiar y acercarnos a Dios. Que nuestra oración y penitencia de este día se mantenga a lo largo de estos 40 días de Cuaresma."